Aprovechando que el pasado sábado fue festivo en Valladolid, organizamos una escapada con niños a Mogarraz. El objetivo, además de disfrutar con ellos de dos días de descanso, era hacer la ruta del “Camino del agua”. Es una ruta que ya habíamos hecho antes sin ellos y nos pareció un plan perfecto para pasar un día en la naturaleza.
Os queremos contar cómo nos organizamos y cómo fue la experiencia por si os apetece hacerla con vuestros hijos, sobrinos, amigos y demás gente menuda ¡Os la recomendados sin dudar!
Para que os pongáis en situación, el Camino del agua lo hicieron: Carmen, con 4 años (toda una campeona), Pablo, con 7 años y Alicia, con 8 años.
Antes de empezar
Una de las primeras cosas que hay que tener en cuenta cuando se viaja con niños es que hay que ser flexible con los horarios. Así que, lo de marcar una hora fija para emprender la marcha, lejos de ayudar nos puede poner nerviosos. Está bien marcarse una hora de salida aproximada, pero tenemos que recordar que lo importante es disfrutar. Si se sale un poco más tarde, no pasa nada.
Como la idea era disfrutar del día, en nuestro caso decidimos comer durante la ruta. Si optamos por reservar un sitio para comer eso hará que estemos mirando el reloj durante el camino y tengamos cierta prisa por llegar a destino en tiempo. Y, como hemos dicho, las prisas no son buenas compañeras. Para nosotras lo mejor fue dejar que el ritmo lo marcasen los niños y disfrutar con ellos.
En casa preparamos un par de bocadillos para cada uno. Además, llevamos frutos secos y la fruta aliada por excelencia para estos casos: plátanos. Y, como no, agua. ¡Eso no debe faltar nunca!
Otra cosa que hay que saber es que a lo largo del camino nos van a preguntar en más de una ocasión cuánto falta para llegar. Para hacérselo más visual y más entretenido, se nos ocurrió hacer un “carnet de explorador” para cada uno. En él imprimimos el mapa del Camino. Además, pusimos imágenes de monumentos y lugares que se encontrarían. Es una manera fácil y entretenida de que sepan, más o menos, en qué parte de la ruta están y que jueguen buscando lo que aparece en las fotografías.
La salida
Mogarraz es un pueblo pequeñito, con muy pocos aparcamientos, así que, es más que habitual que los coches se aparquen en la carretera. Aunque la tentación es dejar el coche próximo a la salida, como consejo, cuánto más cerca aparquéis de la llegada mejor. Al final de la ruta llegaréis cansados y querréis llegar al coche cuanto antes.
El comienzo de la ruta fue simplemente maravilloso. ¡Enseguida entramos en plena naturaleza! Se inicia un camino con una suave pendiente en bajada que lleva hasta el río Bocino. Es el primer contacto que se tiene con el agua y un sitio perfecto para inmortalizar la excursión.
Durante este trayecto hablamos con Carmen, Pablo y Alicia de los árboles que había, de los insectos y su función, de lo importante que es cuidar del entorno. Hay tantas cosas por ver ¡Lo que pueden aprender es inimaginable!
Como casi todo el trayecto, este primer tramo transcurre entre árboles, así que es súper agradable. Sí que es el tramo más estrecho pero, aunque hay momentos de ir en fila india, es perfecto para ir juntos.
Una vez cruzamos el río empezamos otro tramo de la ruta. En él nos encontramos con diferentes monumentos de los que hay repartidos durante todo el trayecto. Los habíamos señalado en “El carnet del explorador” así que ¡objetivos encontrados”.
Parada para comer
Al hacer un día no demasiado caluroso, decidimos comer en el mirador que hay antes de llegar a Monforte de la Sierra. Desde allí, pudimos ver Mogarraz y enseñarles el lugar desde donde habíamos salido.
Era una zona sin demasiada sombra pero muy cómoda para que los peques pudieran comer tranquilos. Eso sí, si os pilla un día de mucho sol, mejor comer durante otro tramo del trayecto, bajo la sombra de la infinidad de árboles que encontraréis.
En el mirador comienza el único tramo de carretera de todo el recorrido. Y, aunque no pasan apenas coches (nosotros no vimos ninguno) sí que es el momento perfecto para hablar con los niños y recordarles cómo tienen que circular los peatones en carretera.
Al llegar a Monforte nos encontramos con una fuente que señalaba el Camino del Agua y la bifurcación que teníamos que seguir para continuar la ruta. La fuente es de agua potable así que es ideal para refrescarse un poquito y continuar.
Después de la pequeña subida que hay hasta Monforte, la bajada que venía a continuación se agradecía. Así que ¡adelante!
Seguimos la ruta
Desde la bajada de Monforte de la Sierra hasta el puente del Pontón en el que comienza el final del Camino, os encontraréis con dos tramos diferenciados. Después de una bajada, comienza un tramo en subida. Y, aunque no es muy pronunciado, sí que se hace largo. Ese fue el momento más “crítico”. Fue cuando los peques empezaron a estar algo cansados. Es en esos momentos en los que hay que sacar el ingenio, así que recurrimos al repertorio de múltiples canciones, adivinanzas y juegos. Y, por supuesto, también paramos y tomamos el segundo bocadillo.
Superada esta subida nos encontramos con una bifurcación. Y, como no, seguimos la dirección “Mogarraz”. Aquí empiezamos la última bajada del camino. Era bastante pedregosa así que había que tener cuidado por dónde pisábamos.
Durante este tramo sacamos a los exploradores y aventureros que llevábamos dentro. Porque, hay que reconocerlo: aunque es un tramo un poco complicado para los adultos, porque solo vemos piedras y posibles torceduras, a los niños les encantó. Así que, ese tramo de aventura hizo que nos olvidáramos del cansancio y llegáramos al Puente del Pontón con alegría. Y, como no, a las últimas esculturas del trayecto: las “sillas para escuchar”.
Último tramo
El último tramo del Camino del Agua empezó cuando cruzamos el Puente del Pontón. Lo que quedaba por delante era todo subida así que ¡a tomárselo con calma! Tenemos que ser conscientes de que llegamos cansados y que, aunque ya no queda casi nada, tal vez tengamos que hacer alguna parada, sobre todo si hace calor.
Esta última subida de divide un dos partes. En la primera, el suelo es de tierra y piedra, como hasta entonces. Y después, el suelo ya es más regular, con un firme empedrado. Pero, sí que hay que saber que esta última parte apenas tiene sombra. Por eso que se hace un poco más pesada y que hay que recurrir a la cantimplora con algo más de frecuencia.
En este último tramo paramos unas cuantas veces. No mucho tiempo pero sí lo justo para coger un poco de aire y beber agua. Y, como no, aprovechamos para decirles lo bien que lo habían hecho y que eran todo unos campeones.
Es importante hacerles ver que es normal que estén cansados pero que ya no queda nada. Y que, como no, nos sentimos orgullosos de lo bien que ha ido el día.
Aunque es una ruta sencilla y apta para niños, no tenemos que olvidar que, aunque nosotros tengamos clara la ruta y lo que queda en cada momento, hacer que ellos lo vean no es tan fácil. Así que, paciencia en este final y mucho ánimo.
Superado este último tramo y antes de llegar a Mogarraz, nos entramos con un mirador donde se encuentra la Cruz de Mingo Molino. Y, como no, una pequeña fuente. Fue el momento perfecto para descansar un poquito antes de llegar a Mogarraz, beber un poco de esa fuente y tomar una pequeña recompensa en forma de chocolate ¿acaso hay algo mejor?
Por detrás quedaban casi siete kilómetros de subidas y bajadas, cuatro horas de trayecto (con niños) y un día maravilloso.
Os dejamos la Ruta del Camino del Agua, Mogarraz (Salamanca) por si os apetece hacerla a vosotros también. Y si os animáis ¡contadnos vuestra experiencia! Nos encantará saber qué os ha parecido.